El trato desde antes de llegar fue exquisito, la anfitriona nos facilitó rutas adaptadas a nuestro coche y nos acompañó hasta la casa. Al llegar, cada detalle estaba cuidado, incluida una botella de sidra de cortesía. La casita es una preciosidad con unas vistas inigualables, ideal para alejarte de la ciudad y el estrés. No tiene wifi, pero estando donde está es casi una ventaja que te permite reconectar con las personas que vas y olvidarte del resto (PD se compensa con los juegos de mesa que sí tienen). Sin duda una experiencia maravillosa que repetiremos.